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Una fiesta muy seductora
Y por suerte, no pude ir
Una vez salí a cenar con unos amigos.
Celebrábamos que una amiga (no tan amiga) que está viviendo en Ámsterdam, bajó a visitarnos a Barcelona.
La verdad es que yo no pintaba mucho allí.
Fue una buena cena: risas, fotos, buen vino, más risas. La noche pintaba bien, pero no podía irme de fiesta porque por la mañana tenía cosas que hacer.
Seguimos bebiendo y acabamos en un antro que se esforzaba mucho en parecer moderno. Debían ser las 23:00, y cada vez me apetecía menos volver a casa.
Risas, bailes, bebida, luces, chicas,…
Una de las chicas nos invita a una discoteca, gratis. Qué maravilla,
Joder, ni en coña iba a irme. ¿Cómo voy a irme? La cosa se ponía cada vez mejor.
Fuimos para allá. Yo, estúpido, olvidé por completo mis tareas. Y en ese punto, de camino al local, empiezo a encontrarme como el culo.
No podía seguir, tenía que irme a casa. Y me fui.
El día siguiente me encontraba de lujo. Hice todas mis tareas y la fiesta que siguieron mis colegas acabó media hora después de irme. Los echaron.
Joder, qué suerte tuve. O sea, que suerte de encontrarme tan mal y así pirarme.
¿Moraleja mental? No seas cómo yo.
La mayoría de gente que tiene objetivos no se los toma nada en serio.
Si para cumplir tus objetivos tienes que irte antes de una fiesta, y así poder hacer tus cosas, vete de la puta fiesta.
Sacrifica el placer a corto plazo por una mejor vida a largo plazo. Punto. Ya sea para ganar más dinero, ligar más o ser tu mejor versión.
Repito: sacrifica el placer a corto, para tener éxito a largo.