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Era un masoquista
Ahora soy un sádico
Los resultados que tanto deseas aparecen cuando menos te lo esperas.
Esto es ley de vida. Es una constante universal. Pero hay una explicación muy lógica.
Recuerdo hace unos 6 meses que estaba totalmente obsesionado con mis objetivos, sobre todo con el negocio y el entreno.
Era pensar en ello 24 horas al día los 7 días de la semana. Incluso durmiendo soñaba con ello.
Focus total.
Ok. Vale. Muy bien.
La cosa es que sí, nunca en mi vida había vivido con tanta disciplina. Estaba orgulloso, me sentía fuerte. Nada me podía parar…
Bueno, pues al final sí me pararon.
Paré porque eso no era sostenible. Me empecé a quemar más rápido que una mecha de un cohete. Y joder si peté…
Si me quemé fue porque vivía con constante presión de dar la talla, de superar siempre mi límite y de demostrarme que daba el 100.
Y amigo mío, eso es un cóctel perfecto para saturarte y no ver ni un puto resultado.
¿Has oído hablar de la ley del 80/20?
El 20% de tu esfuerzo te da el 80% de tus resultados, o bien, el 80% de tu esfuerzo te da el 20% de resultados.
Bueno, pues yo estaba en esa segunda opción. De hecho, era mucho peor, como un 95% de esfuerzo y un 5% de resultados.
Y eso pasaba por una única cosa: no estaba calmado.
De verdad, a lo mejor esperabas algo más elaborado, pero entonces te estaría mintiendo.
Simplemente no me permitía vivir con calma, tranquilidad,… Buscaba la intensidad y la presión. Era un masoquista de los hábitos.
Y mira, la realidad es que ser un masoquista de hábitos tiene sus ventajas, a corto plazo. Pero a largo plazo… bueno, puede ser incluso peligroso.
Ahora ya no soy un masoquista, ahora soy sádico. Ya sabes, me pone darle hostias a la vida, demostrarle quien manda.
Pero eso de que me den las hostias a mí… ya es pasado oscuro.